de Mihai EMINESCU
Afară-i toamnă, frunza ‘mprăştiată,
Iar vântul svârlă ‘n geamuri grele picuri;
Şi tu citeşti scrisori din roase plicuri
Şi într’un ceas gândeşti la viaţa toată.
Pierzându-ţi timpul tău cu dulci nimicuri,
N’ai vrea ca nimeni ‘n uşa ta să bată;
Dar şi mai bine-i, când afară-i sloată,
Să stai visând la foc, de somn să picuri.
Şi eu astfel mă uit din jet de gânduri,
Visez la basmul vechiu al zânei Dochii,
În juru-mi ceaţa creşte rânduri-rânduri;
De odat’aud foşnirea unei rochii,
Un moale pas abia atins de scânduri…
Iar mâni subţiri şi reci mi-acoper ochii.
With heavy drops, the leaves high upwards sweep.
You take old letters from a crumpled heap,
And in one hour have lived your life again.
You pray no caller will your door attain;
Better it is when dreary falls the rain
To dream before the fire, awaiting sleep.
The fairy Dochia’s tale comes to my mind
While round me haze is gath’ring in the air.
Faint, sound of rustling silk upon the stair…
And now my eyes cold, tapering fingers bind.
Dehors c’est bien l’automne aux feuilles dissipées,
Le vent jette aux carreaux lourdes gouttes rebelles;
Des lettres tu relis, qu’a rongées le temps cruel
Et tu revois ainsi toute la vie passée.
Tu fais passer le temps avec des bagatelles,
Tu ne veux pas qu’on frappe a ta porte fermée;
Mais combien il est doux, oubliant la geleé,
Ou’on rêve près du feu, quand la tête chancelle.
Et je médite ainsi, et mon esprit se penche
Vers la fée Dochia des légendes d’antan;
Et le brouillard autour s’amasse en avalanche;
Un tendre pas posé à peine sur les planches…
Et puis deux froides mains couvrent mes yeux ardents.
Por la noche, perezoso y cárdeno, arde el fuego en la chimenea;
desde un rincón en un sofá rojo yo lo miro de frente,
hasta que mi mente se duerme, hasta que mis pestañas se bajan;
la vela está apagada en la casa… el sueño es cálido, lento, suave.
Entonces tú te acercas por la oscuridad, sonriente,
blanca como la nieve invernal, dulce como un día de verano:
te sientas en mis rodillas, querida, tus brazos rodean
mi cuello… y tú con amor miras mi rostro que palidece.
Con tus brazos blancos, delicados, redondos, perfumados,
tú encadenas mi cuello, sobre mi pecho apoyas tu cabeza;
y como salida de un sueño, con manos blancas, dulces,
tú vas apartando los mechones de mi triste frente.
Alisas, despacio y perezosamente, mi frente tranquila
y, pensando que estoy dormido, astuta, posas tu boca de fuego,
como el sueño, sobre mis ojos cerrados y en medio de mi frente
y sonríes, como se ríen los sueños en un corazón amado.
Oh! Acaríciame, hasta que mi frente vuelva a ser lisa y suave,
Oh! Acaríciame, hasta que vuelvas a ser joven como la luz del sol,
hasta que seas clara como el rocío, dulce como una flor,
hasta que mi rostro no esté arrugado, mi corazón ya no sea viejo.